Por:
Ing. Agr. Pedro Rivera Ramos
Los orígenes
de la pasión o inclinación humana por escudriñar el principio y causa de las
cosas en la Naturaleza ,
están estrechamente relacionados con la búsqueda del conocimiento y la
explicación, no siempre racional, de los fenómenos asombrosos e incomprensibles
que atemorizaron a los primeros hombres que vivieron sobre la Tierra. Naturalmente
que las primeras observaciones debieron ser arbitrarias y carecer, por
supuesto, de metodologías o sistemas, concentrándose en la acción de las
enigmáticas fuerzas que lo asustaban: truenos, relámpagos, terremotos, frío,
calor o lluvia. No obstante, con el desarrollo de la inclinación investigativa
en el género humano se afianza, de modo indeleble e irreversible nuestras
profundas diferencias con aquellos monos antropomorfos que
"decidieron", un día, partir a vivir en las extensas llanuras de
árboles escasos que los desafiaban.
La
investigación científica es uno de los motores principales con que cuentan las
Naciones para promover el desarrollo económico y el progreso social de sus
pueblos. Sin embargo, estos objetivos sólo logran alcanzarse cuando la
actividad científica descansa en planes y programas bien articulados, que
consideren por una parte, la realidad del país y las necesidades apremiantes de
sus sectores productivos y, por la otra, la generación de una tecnología
adaptada a sus particularidades socio-
económicas y ambientales como culminación de un aprovechamiento
eficiente de sus recursos ; el
incremento del número y productividad de sus investigadores y técnicos ;
la exaltación del aporte positivo de sus investigaciones en la solución de
problemas y el tan necesario reconocimiento (moral y/o monetario) a su
dedicación, esfuerzos y resultados.
De igual forma
se requiere un examen o evaluación rigurosa, objetiva e imparcial del
conocimiento científico y de la tecnología foránea que importamos, como
requisito sine qua non para desarrollar una capacidad propia que nos permita no
sólo adaptarla y absorberla con eficacia y utilidad prolongada, sino que
además, promueva nuestra imaginación investigativa; no afecte la creación de
nuestra capacidad interna y lo
que es más
importante: no engendre
relaciones de subordinación y
dependencia extrema que al herir mortalmente la creación científica nos aparte,
aún más, del camino del desarrollo.
La creación e
investigación científica tiene una relación directa con la vida económica de un
país y constituye una de sus mayores y mejores
inversiones estratégicas. Sin
embargo, convencer a
los gobiernos y a los sectores
políticos de que el impulso a dicha manifestación genera beneficios directos e indirectos (empleos,
rentas, etc.) y que hoy más que nunca se entrelazan estrechamente la ciencia,
la tecnología y el crecimiento y desarrollo económico y social de una Nación,
representa, sin lugar a dudas, la tarea más compleja que aguarda se despliegue
por los trabajadores científicos nacionales con la suficiente perseverancia,
difusión y amplitud que tal misión exige.
En este sentido, los científicos locales debiesen examinar la
experiencia mundial y su premisa más importante : la pobreza de nuestros
pueblos está asociada en grado considerable con la ausencia de una capacidad
científica propia en sus países, sin importar cuán ricos sean en recursos
naturales y, que el desarrollo de las naciones más industrializadas del planeta
se explica mayormente por el impulso oportuno a sistemas masivos de educación y
no por el trabajo que desempeñaran un grupo pequeño de sus más prestigiosos
científicos.
Aunado a ello,
se requiere la actividad permanente de auténticos líderes científicos que,
armados de un pensamiento integral de la ciencia, la cultura y la tecnología y de un conocimiento cabal de
la política en su ejercicio decoroso y noble, promuevan y consigan un
incremento sustancial y consistente que alcance la cifra mínima del 1 % en el
porcentaje del Producto Interno Bruto que se invierte en investigación y
desarrollo; participen decisivamente en
el diseño de políticas de desarrollo que incorporen un genuino esfuerzo de
investigación y progreso técnico ; desplieguen todas las acciones posibles
para dotar de más recursos a la
educación y particularmente a la formación científica en todos los
niveles e impulsar, la formación de masas críticas de investigadores como
el mecanismo más eficaz para producir
resultados concluyentes e integrales.
Se trata, en
síntesis, de que el científico aproveche los recursos que proporciona la
política y su innegable papel en las decisiones de la sociedad, para influir de
forma positiva en su ambiente y quehacer investigativo; alzándose como
protagonista principal de las transformaciones
en la esfera
científica y sin
que su forzosa,
pero
imprescindible
incursión en el terreno político ocasione el abandono de sus inclinaciones científicas o la
transmutación de las mismas en el templo inconmensurable de la política.
Indiscutiblemente
que la agricultura constituye una de las actividades productivas que mejor
revelan, no sólo el surgimiento de la civilización humana, sino de su avance y
desarrollo. Su impacto y trascendencia es de tal magnitud que en un Informe
Alimentario Mundial de la FAO
se asegura que para el año 2010 seremos casi 3,000 millones de personas las que
dependeremos de la agricultura para el sustento diario. Semejante predicción
puede servirnos por sí sola de suficiente argumentación para destacar el valor
y la importancia de las investigaciones científicas en la agricultura.
La
investigación agrícola como actividad organizada tiene su origen a finales del
siglo XVIII en Alemania con la
Creación de las Casas de la Agricultura ,
instituciones que comenzaron su funcionamiento con fondos enteramente privados.
Tuvo que transcurrir más de medio siglo después, para que los Estados pasaran a
desempeñar un papel más activo en la investigación de la agricultura y, que
sólo fuera antes de la segunda guerra mundial, para que en los países en vías
de desarrollo se sentaran los fundamentos de la investigación de base
científica.
Es muy usual
que en el marco del esfuerzo global de una Nación por la investigación
científica, la investigación agrícola resulta la menos favorecida pese a sus
beneficios potenciales y a su indiscutible papel en el incremento de la
productividad de la agricultura. Esta situación se agrava en países que, como
el nuestro, tienen desde hace algún tiempo, una estructura de investigación
agropecuaria casi monopólica y concentrada en el sector estatal, a la que ahora hay que incorporar la crisis
económica que ha disminuido el financiamiento público y el desafío de responder
a los nuevos escenarios mundiales que vienen caracterizados por globalización y
apertura económica; énfasis en biotecnología agropecuaria y sostenibilidad;
investigaciones con inclinación excesiva a los intereses de los donantes y la
existencia de un mayor control privado sobre
las informaciones científicas que resultan relevantes en el campo
agrícola.
Y es
precisamente en este contexto que la importancia de la investigación científica
en la agricultura crece e
impone, que tanto
las organizaciones de
investigación, los investigadores,
sus líderes y el Estado, definan con claridad meridiana los programas de
investigación nacional y su orientación principal, sus prioridades, gastos de
financiamiento, estímulos a los investigadores, mejoramiento de la
infraestructura y otros temas que se tornan ineludibles, si pretendemos
realmente cosechar notables y reconocidos avances.
El
mejoramiento científico de la agricultura panameña conlleva, sin dudas, el
detectar con realismo y pasmosa objetividad todas las fallas, deficiencias,
dificultades y problemas que inciden de modo negativo en su desenvolvimiento y
ulterior desarrollo. Se precisa examinar con sentido crítico los efectos
perniciosos que sobre la investigación
en la agricultura han tenido y tienen,
fenómenos que atañen directamente al recurso humano, a la estructura y
funcionamiento de las entidades de investigación y a su capacidad material y
financiera. En esa dirección debiésemos simplificar, flexibilizar y
desburocratizar el sistema tradicional de aprobación de investigaciones,
revisando a su vez, lo inoportuno que
resulta en la actualidad que un porcentaje importante de profesionales con
grados de maestría y doctorado estén dedicados estrictamente a labores
administrativas y/o docentes. De igual forma resulta crucial valorar el impacto
real que tiene la adquisición de equipos sofisticados o de punta, que no en
pocas ocasiones tienen poca o escasa utilidad, como consecuencia de debilidades
en la capacitación, mantenimiento nulo o a destiempo, falta de repuestos,
limitados beneficios pese al disfrute de considerables recursos humanos y financieros,
o todos estos factores presentes a la vez.
La
investigación científica en la agricultura panameña exige de modo impostergable
que se establezcan en unos casos, o subsane o mejore en otros, los
procedimientos para brindarle un seguimiento eficaz y permanente a los
proyectos y programas de investigación, a la reducción del tiempo entre el
fenómeno investigado con la difusión y aplicación de sus resultados o
recomendaciones y que a su vez, este "producto" entregado a los
agricultores, retorne al laboratorio o al centro de investigación para
revisarlo o mejorarlo. En los próximos años, si efectivamente pretendemos dar
un salto cualitativo importante en el campo de las investigaciones
agropecuarias, debemos combatir algunas actitudes cientificistas que aún
subyacen, afortunadamente, en la
mentalidad de unos pocos y, poner fin a
la ambición, bien intencionada pero perjudicial, que muestran algunos
investigadores y unidades de investigación de pretender abarcar un
número excesivo de temas y aspectos de la agricultura, en detrimento de los
limitados recursos financieros y de la necesidad de ofrecer oportunamente
resultados concluyentes.
Igualmente se
deberá definir con suficiente claridad y no como respuesta a coyunturas
pasajeras y muchas veces hasta riesgosas, los cultivos, especies ganaderas,
temas y aspectos que prometan los mayores potenciales para la agricultura y, al
mismo tiempo, promover las condiciones mínimas, no sólo para mejorar las
coordinaciones internas en las estaciones y centros experimentales, sino las
externas que permitan de manera efectiva y sin egoísmos y celos
injustificables, compartir informaciones e instalaciones entre las unidades de
investigación existentes. En este escenario, el Estado podrá contribuir
principalmente con el establecimiento de salarios competitivos y estimulantes
para los investigadores; fomentar los ascensos en correspondencia a los méritos
y logros del personal; desarrollar una política permanente y efectiva de
capacitación de todo el recurso humano dedicado a la investigación; fortalecer
las bibliotecas y centros de documentación especializados con que se cuente, o
crearlos donde no existan; dotar a las entidades de investigación de recursos
económicos, personal y equipos suficientes para tener la autoridad moral de
exigir los resultados correspondientes; disminuir, por un lado, los cambios
frecuentes en el aparato de dirección de las entidades investigativas y por la
otra, estimular el traslado y la dedicación del personal altamente calificado
existente a las labores de investigación.
La
investigación agrícola presente y futura no podrá soslayar, de ningún modo, la
necesidad de fundamentarse en la sostenibilidad y en la urgente incorporación
de estudios sobre controles biológicos, técnicas agroecológicas, alternativas a
la biotecnología moderna que se ajusten a nuestras particularidades y
necesidades y la conversión, por medios biológicos, de la biomasa abundante en
productos útiles y necesarios para la economía y la sociedad panameña.
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