Estudiantes de la Facultad de Bellas Artes, en su
mayoría de la Escuela de Danza, fueron los artistas que protagonizaron la
actividad dedicada a celebrar el Vigésimo Cuarto Aniversario de su agrupación
artística, CORAZA (“color y raza”), conjunto dirigido por la Maestra Mireya
Navarro.
Por más de dos décadas, ésta ha venido cultivando y
procurando la renovación de la “supervivencia”, en el tiempo, de todas las
raíces (sin exclusión) y razas que conforman nuestra multifacética panameñidad.
Con adecuación y con pertinencia en torno a lo que el
hoy por hoy, caracterizado por el enseñoreo
de la indiferencia humana respecto a la madre naturaleza, exige/impone, los
actos -en que casi de manera imperceptible- se confundían o entremezclaban
danza y arte teatral, hacían alusión a La Tierra, casa común que, aparentemente,
muchos humanos pasan como desapercibida.
Los bailarines dibujaban, con sus ejecuciones, a esa
acogedora morada de humanos y sus multi-diversos componentes y elementos
complementarios: “tierra seca deidad del desierto”; inmenso hogar terrícola que
es “equilibrio de ondas sanas”; agua “fuente de vida”; aire “limpio, claro
soplo”; fuego “fuerza natura”.
Uno de los actos reflejaba la situación de
mantenerse en suspensión entre dos civilizaciones; cansancio por colgar en la
zona intermedia; interrogante acerca de ¿dónde ir?
Expresaban “búsqueda de un cambio que sana, que
relaja y da confianza espiritual, liberando mentes, creyendo, integrando,
transformando cuerpo, razas, culturas”.
Necesidad de salvar las hojas, los bosques, pues, sin
hojas no hay vida.
Una de las coreografías fue dedicada a Sacha Romero,
alumna de la profesora Navarro que falleció en un trágico accidente.
Redacción Ángel Molina / foto cortesía Coraza
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