A la par del agrado de ser
bien atendido, al viajar en un auto utilizado para brindar servicio de transporte selectivo, escuché una
opinión comparativa (no provocada ni solicitada por mí) acerca de la educación
en Panamá (en especial, en torno a la de nivel superior).
El conductor del taxi, comentaba
con un pariente, cómo su nieta de ocho años de edad, al notársele capacidades
más avanzadas de las que habrían de esperarse de ella según su edad, fue
promovida a grados superiores. Él indicaba que /para propiciar un buen
aprovechamiento y rendimiento de sus potencialidades/ procuraría matricularla
en centros que impartan educación de buena calidad.
“Viajando en el tiempo”, se
‘trasladó’ mentalmente a lo que haría al llegar ese momento y lugar, en el que
el ser humano recibe los últimos ‘toques’ de su formación académica y
profesional: la hora de culminar estudios en una universidad.
Indicó que la educación
pública es la mejor. Y, refiriéndose específicamente a las distintas opciones
dentro de la de nivel superior, expresó que -sin lugar a dudas- la mejor es la
Universidad de Panamá. Agregó que allí preparan muy bien. Que el que acude a
sus aulas, tiene que estudiar de verdad.
Sacó a relucir que un sobrino
que estudió en esta Primera Casa de Estudios Superiores, escaló rápidamente al
puesto de gerente en una empresa. Y que, pasado poco tiempo, le notificaron que
sería promovido a un puesto de mayor jerarquía. Así ven a nuestra Universidad
desde la calle.