Rivera Ramos
Si analizamos minuciosa y profundamente
los propósitos declarados para la integración -en nuestro país- de la “Alianza
por el Millón de Hectáreas Reforestadas”, y los sectores considerados para conformar
dicha coalición, podríamos considerar que tenemos justificados motivos para que
optimismo, alegría y satisfacción embarguen nuestro interior.
El
tiempo propuesto para la realización de esta tarea es de dos décadas. Como
ejecutores son contemplados el gobierno nacional, la empresa privada, grupos
ecologistas y la sociedad civil.
Aunque neófito en la actividad
agronómica, en mi condición de habitante de este hogar común llamado Tierra,
resonaron en mi mente elucubraciones e interrogantes acerca de si ¿tanto esfuerzo (multiplicado por miles)
tendrá un final exitoso, sin que sus promotores dediquen la debida atención a
seres que deberán fortalecerse, crecer y convertirse en numerosa cantidad de
árboles adultos, beneficiando así -en alguna medida- el medio ambiente de
Panamá?
Dicha
inquietud me motivó a buscar la opinión de alguien más versado que yo. Abordé al
ingeniero agrónomo Pedro Rivera Ramos en relación a las posibilidades de éxito
de la referida alianza, y en torno a la viabilidad de coronar victoriosamente el aludido proyecto/programa.
“No creo que esta
alianza diste mucho, en su concepción u objetivos, de otros intentos de
reforestar emprendidos en el pasado”, señaló Rivera Ramos. “No obstante, sería interesante saber ¿qué es
lo que hace que sea diferente la actual?” Añadió que, en ese sentido, le surgían
algunas inquietudes más:
Un programa de un
millón de plantones en 20 años, corresponde a plantar mínimamente 50,000 plantas por año. Eso equivale /en
dependencia de la especie/ a contar en una sola área, al cabo de 20 años, con
una extensión de tierra entre 4,000 a 7,000 hectáreas.
Si fuesen áreas
seleccionadas y separadas por grandes distancias, el seguimiento, resiembra o
reposición, mantenimiento, protección, y sanidad hasta una edad en que puedan
casi valerse por sí mismas, se dificultaría en gran medida.
Y se pregunta: ¿contarán
acaso con el personal necesario para esos trabajos durante los primeros 5 a 8
años? Precisamente una de las principales razones que suelen dejar de ser consideradas
y que explican el fracaso de otros ensayos.
¿Está diseñado para
fomentar el monocultivo de árboles forestales de crecimiento rápido y
aprovechamiento comercial con fines de lucro o apunta a desarrollar áreas donde
crezcan una gran cantidad de variedades o especies criollas, algunas hasta en
vías de extinción? El comercio ha demostrado ser altamente nocivo cuando de
proteger al ambiente se trata.
Preguntado sobre los métodos o
mecanismos que serían recomendables para que se cumpla cabalmente con el
objetivo de que -por lo menos- la mayoría de estos plantones lleguen a
convertirse en fuertes árboles llenos de vida, dadores y contribuyentes del
equilibrio de vida saludable y plena, indicó:
Pienso
que deben ser incluidos árboles nativos, primordialmente los que están en vías
de extinción. Un alto porcentaje deberían ser comestibles o frutales. Por otro
lado, los residentes de comunidades cercanas debiesen ser vinculados al
mantenimiento y cuidado de las áreas reforestadas. Salario digno, vivero de plantones
próximo al área del programa, supervisión permanente. Esto, entre otras cosas,
puede contribuir a disminuir la migración hacia los centros urbanos.
Al insistir sobre la suerte y
el posible futuro de los “plantones recién sembrados” y ser consultado de si sería
(o no) preferible que éstos fuesen objeto de cuidados y mantenimiento
pertinente, contestó:
Definitivamente.
No se trata de diseñar un programa de reforestación y priorizar la cantidad de
plantones sembrados. Se trata quizás, de sembrar
la cantidad que se puede atender con calidad y según los recursos disponibles.
Sobre el cuidado y
“manutención” en instalaciones seguras, sencillas, económicas, precisó: “Los mejores viveros son los que se
establecen en bolsas móviles y al descubierto. No se requieren grandes
inversiones para ello y si cumplen con los objetivos principales”.
Consultado respecto a qué (y
cómo) propondría, opinó que es necesario
que a nivel del Estado se cree una empresa nacional de reforestación que
vincule directamente a las comunidades de las áreas degradadas o necesitadas de
recuperación. Redacción y fotos: Ángel Molina
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