Hace exactamente sesenta y ocho años, el 22 de
octubre de 1948, mediante la ley No.1 firmada por el entonces presidente de la
república de Panamá, Domingo Díaz Arosemena, se declaraba el día 27 de octubre
como Día del Estudiante Panameño. Esta ley representó, al final de la Segunda
Guerra Mundial, un reconocimiento indudable a la trayectoria heroica y
comprometida de la juventud estudiosa panameña, en defensa de la soberanía y la
independencia nacionales.
Era además, una confirmación evidente del extraordinario
papel que los estudiantes panameños jugaron en el rechazo del Convenio
Filos-Hines, que buscaba mantener fuera de la antigua Zona del Canal, más de
ciento cincuenta sitios de defensa o bases militares estadounidenses,
diseminadas por todo el territorio nacional. La Asamblea Nacional de aquella
época rechazó unánimemente este convenio el 22 de diciembre, el mismo día, por
feliz coincidencia, que nuestro primer mártir de la Gesta de Enero, cumplía
cuatro años.
Nuestra juventud, principalmente la juventud
estudiosa, ha sido una protagonista esencial y decisiva en la historia
panameña. Por eso las actuales generaciones tienen la obligación de conocer y
rescatar los incontables gestos de sacrificios y entrega a la Patria, que a
todo lo largo de nuestro devenir histórico, han tenido en la juventud, y
principalmente en la que se agita y debate en los centros escolares y
universitarios, al destacamento más resuelto y comprometido. Victoriano
Lorenzo, Pedro Prestán, Ascanio Arosemena y tantos otros héroes y mártires de
nuestro país, se han inmolado en plena juventud y teniendo solamente como
interés superior, la defensa del decoro y de la nacionalidad panameñas.
Por eso y al cabo de poco más de ocho décadas de
intensa existencia y con una administración que inicia nuestro Rector Eduardo
Flores Castro, con un aire renovador y de cambios fundamentales en todos los
órdenes de la vida universitaria, nuestra Universidad rinde este 27 de octubre
un merecido y justificado homenaje, a los jóvenes estudiantes de nuestro país,
particularmente a esa juventud universitaria que diariamente acude a sus
instalaciones, y que en su esencia y ansiedad vital, protege el fuego íntimo de
la esperanza y del optimismo, construye sueños posibles y recupera, con la
agitación propia del futuro que avizora, horizontes que se creyeron perdidos o
extraviados. Ella, pese a todos los esfuerzos que se hacen para arrebatarle su
rebeldía crítica e insensibilizarla ante las grandes tragedias nacionales y
universales, conserva intacta sus virtudes fundamentales y renueva, en cada
acción, su absoluta confianza en un destino mejor para su país y para toda la
Humanidad.
¡Viva el Día del Estudiante!
Germán Luis Beitía M. Sc.
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