(redacción Ángel Molina) Apreciando
lo que revelan los medios de comunicación acerca de la vida cotidiana en
distintas latitudes del mundo, y al constatar ciertas tendencias en el interactuar de los habitantes
de nuestro país, da lugar a que lleguemos esta conclusión:
Estamos bajo un silencioso proceso, no espontáneo, en el que es promovida
o impulsada la modernización a gran escala. Simultáneamente, importantes e
influyentes sectores de la sociedad, llevan a cabo o consienten la promoción de
anti-valores. Citamos como sinigual ejemplo, un gran porcentaje de programas
que son presentados a través del accesible y deslumbrante medio de comunicación
que mantiene importante presencia en los hogares panameños: la televisión.
Esa labor, que llevan a cabo
padres y educadores, con el propósito de persuadir a los niños y jóvenes a que renuncien
(a) o eviten adoptar posturas o protagonizar prácticas delictivas y perniciosas
(para sí y para sus semejantes), es desvirtuada a través de la insistencia con
que, la mayoría de canales de televisión, hacen ver o considerar como bueno,
normal o aceptable la delincuencia, el irrespeto, la indecencia…
Da la impresión como si, desde
distintos lugares, círculos con capacidad de determinar o fomentar usos y
prácticas en el mundo, hubiesen decidido declarar caducidad o vigencia expirada
a la
urbanidad. “Comportamiento en el trato social caracterizado por la
cortesía y la educación” /según su acepción como cortesía/, es el significado
de esta expresión poco conocida y/o practicada.
Este fenómeno que se
mantiene e incrementa en la sociedad, no ocurre sólo en las calles, en el
trasporte selectivo o colectivo, en el tren, en el escenario de interacción
laboral o en medio el proceso de enseñanza aprendizaje, sino también (desde) el
seno familiar u hogareño.
Han pasado de “moda”
excusarnos al cometer una falta o imprudencia (ejemplo: al tropezar a una
persona). El uso de las expresiones “por favor”, “gracias”, “permiso”. Ceder el
paso o el asiento a personas con discapacidad, adultos mayores, mujeres
embarazadas…Además, prácticamente nos resistimos a expresar nuestros
sentimientos positivos. Sin embargo, actuamos con rapidez (sin sopesar, ni
meditar) cuando la confusión o la ira invaden nuestro interior, determinando nuestras acciones e impidiendo que actuemos de
manera sosegada y equilibrada.
Ante la aludida
situación, es aceptable tomar en cuenta los factores internacionales y locales,
exógenos al medio hogareño. No obstante, el hogar y la familia, constituyen la
base y el factor fundamental para enseñar, con
palabras y ejemplos, valores positivos.
¿Tomaremos la decisión de
emprender acciones para cambiar este preocupante e incierto rumbo?
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