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jueves, 5 de julio de 2018

Modernización en apogeo y urbanidad en extinción


                                    
                                              







                                                              






(redacción Ángel Molina) Apreciando lo que revelan los medios de comunicación acerca de la vida cotidiana en distintas latitudes del mundo, y al constatar ciertas  tendencias en el interactuar de los habitantes de nuestro país, da lugar a que lleguemos esta conclusión:



Estamos bajo un silencioso  proceso, no espontáneo, en el que es promovida o impulsada la modernización a gran escala. Simultáneamente, importantes e influyentes sectores de la sociedad, llevan a cabo o consienten la promoción de anti-valores. Citamos como sinigual ejemplo, un gran porcentaje de programas que son presentados a través del accesible y deslumbrante medio de comunicación que mantiene importante presencia en los hogares panameños: la televisión. 


Esa labor, que llevan a cabo padres y educadores, con el propósito de persuadir a los niños y jóvenes a que renuncien (a) o eviten adoptar posturas o protagonizar prácticas delictivas y perniciosas (para sí y para sus semejantes), es desvirtuada a través de la insistencia con que, la mayoría de canales de televisión, hacen ver o considerar como bueno, normal o aceptable la delincuencia, el irrespeto, la indecencia…


Da la impresión como si, desde distintos lugares, círculos con capacidad de determinar o fomentar usos y prácticas en el mundo, hubiesen decidido declarar caducidad o vigencia expirada a la urbanidad. Comportamiento en el trato social caracterizado por la cortesía y la educación” /según su acepción como cortesía/, es el significado de esta expresión poco conocida y/o practicada.


Este fenómeno que se mantiene e incrementa en la sociedad, no ocurre sólo en las calles, en el trasporte selectivo o colectivo, en el tren, en el escenario de interacción laboral o en medio el proceso de enseñanza aprendizaje, sino también (desde) el seno familiar u hogareño.


Han pasado de “moda” excusarnos al cometer una falta o imprudencia (ejemplo: al tropezar a una persona). El uso de las expresiones “por favor”, “gracias”, “permiso”. Ceder el paso o el asiento a personas con discapacidad, adultos mayores, mujeres embarazadas…Además, prácticamente nos resistimos a expresar nuestros sentimientos positivos. Sin embargo, actuamos con rapidez (sin sopesar, ni meditar) cuando la confusión o la ira invaden nuestro interior, determinando nuestras acciones e impidiendo que actuemos de manera sosegada y equilibrada.


Ante la aludida situación, es aceptable tomar en cuenta los factores internacionales y locales, exógenos al medio hogareño. No obstante, el hogar y la familia, constituyen la base y el factor fundamental para enseñar, con  palabras y ejemplos, valores positivos.


¿Tomaremos la decisión de emprender acciones para cambiar este preocupante e incierto rumbo?


     







                                                                 

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