(redacción Ángel Molina/foto Samuel Castillo) Han transcurrido exactamente setenta años, cuando el
22 de octubre de 1948, mediante la ley No.1 firmada por el entonces presidente
de la república de Panamá, Domingo Díaz Arosemena, se declaraba el día 27 de
octubre como Día del Estudiante Panameño. Esta ley representó, al final de la
Segunda Guerra Mundial, conflicto concluido tres años antes, un reconocimiento
indudable a la trayectoria heroica y comprometida de la juventud estudiosa
panameña, en defensa de la soberanía y la independencia nacionales.
Era
además, una confirmación evidente del extraordinario papel que los estudiantes
panameños jugaron en el rechazo del Convenio Filos-Hines, que buscaba mantener
fuera de la antigua Zona del Canal, más de ciento cincuenta sitios de defensa o
bases militares estadounidenses, diseminadas por todo el territorio nacional.
La Asamblea Nacional de aquella época rechazó unánimemente este convenio el 22
de diciembre, el mismo día, por coincidencia feliz, que nuestro primer mártir
de la Gesta de Enero, cumplía cuatro años.
Nuestra
juventud, principalmente la juventud estudiosa, ha sido una protagonista
esencial y decisiva en la historia panameña. Por eso las actuales generaciones
tienen la obligación de conocer y rescatar los incontables gestos de
sacrificios y entrega a la Patria, que a todo lo largo de nuestro devenir
histórico, han tenido en la juventud, y principalmente en la que se agita y
debate en los centros escolares y universitarios, al destacamento más resuelto
y comprometido. Victoriano Lorenzo, Pedro Prestán, Ascanio Arosemena y tantos
otros héroes y mártires de nuestro país, se han inmolado en plena juventud y
teniendo solamente como interés superior, la defensa del decoro y de la
nacionalidad panameñas.
Por
eso y cuando esta Universidad ha cumplido ya ochenta y tres años de intensa
existencia, rendimos este 27 de octubre un merecido y justificado homenaje, a
los jóvenes estudiantes de nuestro país, particularmente a esa juventud
universitaria que diariamente acude a sus instalaciones, y que en su esencia y
ansiedad vital, protege el fuego íntimo de la esperanza y del optimismo,
construye utopías posibles y recupera, con la agitación propia del futuro que
avizora, horizontes que se creyeron perdidos o extraviados. Ella, pese a todos
los esfuerzos que se hacen para arrebatarle su rebeldía crítica e insensibilizarla
ante las grandes tragedias nacionales y universales, conserva intacta sus
virtudes fundamentales y renueva, en cada aleteo, su absoluta confianza en un
destino mejor para su país y para toda la Humanidad.
¡Viva el Día del
Estudiante!
M. Sc. Germán Luis
Beitía
Vicerrector
27 de octubre de 2018
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